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PRIMERA NOCHE
El Carnaval de oro reabrió sus puertas sobre la avenida
La avenida Independencia se convirtió en escenario del festejo; volvió una grande, Copacabana; los forjadores de Ará Berá rememoraron sus años de mozos en una imponente carroza; el Gallo rindió tributo a todas las manifestaciones de Momo. Con fuegos artificiales, escoltando la Universidad del Sonido, El Rayo alumbró los cielos del Carnaval.
Momo comenzaba a desperezarse. Luego de meses de preparativos, de costuras, zurcidos y lentejuelas alumbrando las esperanzas puestas en un Carnaval que recorre las venas de los comparseros. Luego de depurar detalles de sonido, luces y horarios. Luego de noches de bordados en el living de una casa, en un taller o quizás en un patiecito escondido. Finalmente la avenida Independencia abría sus puertas. Desde hora temprana que los participantes del espectáculo miraban hacia el cielo. Algunos, disconformes con los augurios del Servicio Meteorológico Nacional. Es que durante la semana, la organización había pospuesto ensayos sobre el corsódromo por un clima inestable. Pero el buen tiempo permitió que el Carnaval retorne al corazón de una de las arterias vitales de la ciudad. Con 800 metros de pasarela el corsódromo Nolo Alías remozó viejas glorias. La enorme estructura se extendía sobre avenida Independencia, desde Chacabuco hasta calle Pirovano. Al costado de las tribunas, los pasistas contaban con media calzada para ingresar y egresar de la fiesta. En cada esquina de las calles perpendiculares, vecinos observaban el constante flujo, entre vallados y custodia policial. Algunos, frentistas, con silleta en mano, se sentaron simplemente a escuchar. Otros interactuaban con vendedores de nieve, de choripán, de gaseosas. Los frentistas dedicados al rubro gastronómico y kioscos, aprovecharon la ocasión para mantener el negocio abierto aún pasada las tres de la mañana. En los extremos del corsódromo, colectivos oficiaban de casetas de venta de entrada, cuyos valores oscilaban entre los $40, $60, $80 y $150 en el caso de las Gold. Aunque las más populares fueron las tribunas. Un servicio nocturno de transporte recorría la avenida Ferré, dejando al público en las puertas del Carnaval. Con la marcha del reloj, Sambanda cargó el espaldarte de la primera luna del Rey de la Burla. Entre aplausos y despliegue musical, la agrupación liberó una caja de sonidos logrando deshojar las primeras horas de un evento que comenzaba a despuntar los pálpitos del Carnaval. El regreso de una grande Copacabana fue la primera grande en pisar el corsódromo. Las dos Brasil, las dos Copacabanas, estaban unificadas bajo el imperio del brillo. La Esplendorosa revivió un pasado de glorias a través de un inquebrantable espíritu de baile. Atrás quedó el arduo proceso burocrático para remontar años de ausencia. La comparsa festejó sus bodas de oro y mantuvo parte de su hinchada. Sobre un palco, los fanáticos de La Esplendorosa, celebraban el regreso de la hija pródiga, con binchas en la frente y el ya clásico dibujo del loro comparsero. El tributo En horario previsto por el Comisariato de los Carnavales, Sapucay abrió con brillo, glamour, y aspiraciones del oro. Su vestuario rendía tributo a los Carnavales del mundo. Los trajes se constituyeron en un espectáculo de los detalles. Piedras, encajes, plumas y colores armonizaban entre pasistas y carrozas. La comparsa introdujo al público en el lujo de Venecia. Sapucay era fuego y agua, un jardín de lentejuelas, de máscaras deliciosas, de mujeres y hombres que fluían sobre un espacio donde se tallaba un mundo que cedía y se desplomaba en cánticos. Luego, las hadas y la fantasía se diseminaron sobre el corsódromo a través de las futuras glorias del Carnaval, los sapuquines. El carro alegórico de las Amazonas y el homenaje a la cultura correntina carnestolenda fueron dos lujos del Gallo. Aunque el sonido le jugó una mala pasada a la pentacampeona. Desde las 00,17 hasta prácticamente su salida dependió de la animación de los comparseros, en gran medida. Cerca de las 00.30, Samba Show ingresaba, como hace 30 años. La pionera encendió aplausos con los revivals de Francia. Bombas sexies El carro de la revista Gente fue el atractivo de la noche. Un escultural Christian Sancho, (y profesional ya que se animó a la carroza aún con 40 grados de fiebre) y una más que sensual Luciana Zalazar desfilaron por la pasarela de Momo. Los íconos de los personajes del espectáculo con mayor sex appil del país, aunque no se animaron a las plumas, se robaron suspiros, pupilas y gritos. Luli, con un ajustado vestido negro, despampanante saludó a un público encandilado, algunos la besaban con la mirada. ¿Pensaban, quizás en su relación con el ex presidente del Banco Central? Sobrio, en esta ocasión, Christian dejó a una parte del público femenino con deseos de contemplar las abdominales más famosas de la Argentina. Un grupo de comparseros secundaban a las bombas sexies que promocionaron el carnaval correntino con su figura en La City. Luego del carro de la Revista Gente, el Amor se desparramó sobre Independencia. Con dicho tema, Académicos del Carnaval causó un mar de perplejidades. Rosa, blanco, dorado y Cupido esculpido en las espaldas de los músicos. La agrupación preludió un tributo, además, a El Rayo. El Rayo alumbró los cielos de Momo Ará Berá tejió con oro y pasión los 50 años de historia del Carnaval. Una sintaxis perfecta de sonido, detalles y felicidad en el rostro de los comparseros. El Rayo celebraba sus bodas de oro y su vida con el Momo correntino, entrelazándose con la gestación constante de los aplausos. La Cofradía del Rayo abrió el ingreso de la comparsa. Un homenaje más que merecido para los forjadores de la histórica comparsa que supo demostrar su poética pluralidad. Su carruaje árabe fue, quizás, uno de los más imponentes de la noche. Lo secundaron los más jóvenes, entre despliegues coreográficos y plumas. La comparsa contó su historia, exhibiendo año y tema tratado. Un portaestandarte hacía la apertura de cada grupo de baile. Así, un revival de la fiesta india, de la Ará Berá salvaje, del Do en los escaparates, del Bicentenario, entre otros, eternizaron instantes, escenas y riqueza temática. Con más de 900 integrantes, el tiempo pareciera no alcanzar. Algunos grupos, realizaron un recorrido veloz sobre el corsódromo. La Universidad del Sonido agitó a más de una tribuna. Con fuegos artificiales, El Rayo alumbró los cielos de Momo al pulso de la marcha de Ará Berá. La campeona construyó pedacitos de recuerdos inmortales y cerró su paso con un eufórico final. Luego, una llovizna se desparramó sobre el corsódromo Nolo Alías. Era, quizás, la emoción de Momo, volcada en lágrimas.

Lunes, 14 de febrero de 2011

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