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ESCUELA DE DIANA AISENBERG
La ceremonia de la Madonna de las artes
Con tierra y flores, con frutos y velas, con una invocación propiciatoria a la Madonna protectora de las artes (¿la propia Aisenberg?), quedó inaugurada el miércoles 5 la muestra retrospectiva de la artista.
Escuela, la serie de trabajos que abarca obras realizadas entre las décadas de los ochenta, noventa y la actualidad, abrió sus puertas en el Museo de Bellas Artes pasadas las 20:00, con una performance en la que dos actores oficiaron de promeseros entregando sus ofrendas a la obra que preside la muestra, la Madonna de pelo rojo y mirada de icono beatífico. Uno de los promeseros fue rapado para regalar a la patrona su cabello a modo de exvoto. En la sala, se apiñaban objetos como en un santuario pagano: ropa, una bicicleta, botellas de caña, paquetes de yerba, zapatos de niño. No fue rara esta intromisión de la gente en una artista que constantemente busca la intervención del público, el intercambio. Retratos de una infancia idealizada, juegos del arcón de los recuerdos de esa única patria del hombre, Borges dixit; un prisma estallando en colores furiosos que desgarran la tela; líneas simples que contienen formas atravesadas por el espacio, penetrándolas para demostrar la permeabilidad de la figura al entorno, al contexto, para crear ese ser social que Aisenberg define como artista. Escuela demuestra una paradoja, la evolución de una creadora que permanece inmutable en la ruptura (del tiempo, del lugar), como si el universo avanzara con ella, en una fuga quieta que la hace retornar constantemente al punto de partida. Que tal vez sea esa infancia en la que los prismas comenzaron a estallar y fragmentarse en colores. La muestra permanecerá abierta hasta el 29 de mayo, en el Bellas Artes que por ese tiempo se tornará templo y ermita.

Sábado, 8 de mayo de 2010

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